sábado, 7 de maio de 2011

(continuação)
ESPIRITUALIDAD DE LA REGLA CONCEPCIONISTA
TRES GRANDES FIGURAS
GASPAR CALVO MORALEJO, OFM
Conferencia en la Casa Madre de la Orden,
el 18 de febrero de 2011

LA ESPIRITUALIDAD CONCEPCIONISTA
Aquella espiritualidad concepcionista que la M. Beatriz vive, y que en la regla ahora aprobada se contiene como norma de vida para sus hijas y seguidoras, reconoce su vinculación con la espiritualidad franciscana que forma parte del propio carisma concepcionista. Es una de sus fuentes propias de la que brota esta espiritualidad, como expresamente se manifiesta en la regla en pasajes diversos.
Hasta entonces se venía reconociendo la vida religiosa, forma de vida cristiana, como una consagración al servicio de Dios en el seguimiento de Cristo, mediante la llamada vida evangélica, por la profesión de los tres votos. No se había manifestado expresamente en ella el recuerdo o referencia a la Virgen, tomándola como perfecto modelo de vida cristiana y de la vida consagrada. En la antigua regla monástica de S. Leandro para las vírgenes, que se consagran a Cristo, su divino Esposo, se recuerda a María, la Madre del Señor, como la que es la Madre y Cabeza de las vírgenes, que a todas precede en el seguimiento del Divino Esposo. Ella es, por eso, la cima y modelo de la virginidad, Madre de incorrupción, por lo que es modelo y guía de las vírgenes.
Por eso, el recuerdo de María, siempre ha estado presente en la vida religiosa.
La espiritualidad cristocéntrico-mariana que el Santo de Asís promueve en la Iglesia con su espiritualidad evangélica, se hace en la vida religiosa imitación y seguimiento de Cristo Jesús y de su pobrecilla Madre, como recuerda en ocasiones diversas. Baste citar lo que le dice a Santa Clara y que se recoge en su regla, aprobada por el papa Inocencio IV el 16 de septiembre de 1252. Son, precisamente, las palabras que le escribe Francisco recordándole: yo, el hermano Francisco, el pequeñuelo, quiero seguir la vida y pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo y de su santísima Madre, y perseverar en ella hasta el fin.
Estas expresiones se encuentran en las últimas palabras que les escribe Francisco como su testamento para que no las olviden. Y el papa, al estar incluidas en el capitulo sexto de la regla de Santa Clara, igualmente las hace suyas al aprobar aquella forma de vida, como expresión del afecto con el que aprueba sus aspiraciones y deseos manifestados en la Regla. Y las invita a seguir su ejemplo. Tal vez por ello, en el texto que el mismo Papa les había dado años antes, en 1247, aparezca también este recuerdo de Cristo Jesús y de su Madre en la fórmula de la profesión que pronuncian al emitir sus votos: Yo, prometo a Dios y a la bienaventurada siempre Virgen María.
Así la enseñanza de Francisco pasa a incluirse en la misma fórmula de la profesión religiosa.
Esta espiritualidad franciscana la siguen, naturalmente, las concepcionistas de la M. Beatriz. La han hecho propia por la relación espiritual que tienen con los hijos de Francisco y las han hecho suyas profesando la regla clarisa. No es de extrañar se haga presente desde los primeros pasos de su vida monástica, asistidas como están por los frailes menores, como la historia recuerda.
Ya en la primera petición que la M. Beatriz y la Reina Isabel hacen a Roma para fundar un monasterio en honor de la Concepción Purísima de Maria, hacen presente su deseo de vivir sometidas a una regla, en la que sirviesen al Altísimo y a la Bienaventurada Virgen María. Este pensamiento sanfranciscano la fundadora de las concepcionistas lo había hecho suyo. Y en esa espiritualidad centrada en el servicio de Cristo Jesús y de María, había ido madurando su carisma fundacional en el que resplandece particularmente el aspecto mariano. Será el clima fervoroso que en Santa Fe vivan desde el primer momento Beatriz y sus seguidoras. No debe sorprender, por eso, que al redactar la regla, años más tarde, a petición de las primeras concepcionistas, el P. Quiñones, teniendo presente lo que en la bula Inter Universa se dice, explicite este deseo que desarrolla precisamente en la regla propia de las concepcionistas, como
expresión de su carisma. Por lo que, en el momento solemne de emitir la fórmula de la profesión, se expresa con estas palabras: "Yo, NN por amor y servicio de Nuestro Señor y de la Inmaculada Concepción de su Madre, ofrezco y prometo a Dios..." (Reg.c-2)
Para seguir con fidelidad los pasos del Señor, en su vida mortal, como el Evangelio refiere, hay que seguir también las pisadas de su bendita Madre, María. Ella es la Mujer evangélica. Y para poder asemejarse al Hijo, parecerse a su Madre será el modo mejor de conseguirlo. Esto se lo recordará en todo momento a la concepcionista al hábito, blanco y azul, símbolo gozoso de la Concepción Inmaculada de María y las dos imágenes o representaciones de la Purísima, una sobre su corazón, en el escapulario, y fijada la otra sobre el nanto azul celeste. Porque el corazón de la concepcionista, tiene que parecerse y reflejar la imagen de la Madre de su Señor, para que Ella ponga su morada en el corazón de cada una de las profesas.
Por lo que, La vida de identificación con María deberá ser para sus hijas ”la primera piedra fundamental del místico templo”, que el Señor se propone levantar en sus almas, recuerda el artículo tercero de las Constituciones. Y el artículo noveno proseguirá con estas aleccionadoras palabras: La Virgen Inmaculada es el ejemplo más sublime y maravilloso de vida contemplativa en sus más altas expresiones, constituida, como fue, desde su creación en “tálamo celeste y singular del Rey eterno” según declara la regla, viniendo a ser receptáculo incomparable de las más elevadas comunicaciones divinas, según la describe la M. Agreda y “sagrario viviente del Espíritu Santo”.
Y estando la religiosa concepcionista mirando a la Madre bendita con el espíritu siempre atento a la contemplación admirativa de los misterios de su Hijo, como una especie de “rosario viviente”, según la expresión de la M. Sorazu, constituyen estas palabras un breve anticipo de lo que diremos de estas dos modelos fidelísimos en la observancia de la regla, verdaderos testimonios de las mejores concepcionistas.
Por lo que el ingreso en esta orden supone una oblación personal que se ofrece a nuestro Redentor, y a su gloriosa Madre, entregándose a El como hostia viva en alma y cuerpo, enseña la Regla, (c-2, n.2)
Es oportuno recordar también con Pablo VI que María es la primera y más perfecta discípula de Cristo (Mc. 35) Y maestra espiritual para cada uno de los cristianos; por lo que debemos fijarnos en María, para, como ella, hacer de la propia vida un culto a Dios y de su culto un compromiso de vida (Mc.21). Son estas palabras una síntesis acabada y perfecta de la vida de la concepcionista.
(continua)

Sem comentários: