terça-feira, 14 de agosto de 2012

CARTA DO PADRE ASSISTENTE
por ocasião
da Festa de Santa Beatriz da Silva de 2012
Fr. Joaquín Domínguez Serna, OFM
Asistente
A la atención de la Madre Presidenta y de las hermanas de la Federación Bética Santa María de Guadalupe, de la Orden de la Inmaculada Concepción.
Mis muy queridas hermanas:
Paz y Bien en el Señor y su Madre Inmaculada.
En la fiesta de Santa Beatriz, como es costumbre, deseo felicitaros y, en la medida de mis posibilidades, animar vuestra vida y vocación según las inspiraciones de los orígenes y la vitalidad de esta Forma de vida.
Al hacer memoria de Beatriz su inspiración de vida nos obliga a contemplarla a través de una fuerte experiencia de fe. Aunque no tuviera una formación o un notable grado cultural, sin embargo en su itinerario detectamos la gratitud, el espíritu de vencimiento y la constancia, actitudes todas propias de los verdaderos creyentes. Quien vive en búsqueda del rostro de Dios -el Dios Altísimo- no acumula dentro de sí altivez, aislamiento, superioridad… sino que por el contrario trabaja el espíritu de cercanía, realismo y humildad consigo misma, con los demás y frente a Dios.

La configuración de su ser con la bondad y la misericordia de Dios en Beatriz no se improvisa, requiere mucho ejercicio y práctica asidua, además de la asistencia del Espíritu y de una consistencia interna que se deja habitar por la misteriosa presencia de Dios que fascina y transfigura. Al principio y al final de la vida cristiana, la contemplación es vivir la fe, vivir en fe, vivir para la fe. Sabemos también que el Amor no pasa nunca, pero en Beatriz experimentamos que sus años de encerramiento y de silencio fueron ámbito y casa donde Dios hizo su morada. Desde el abandono a lo que Dios quiere y desde la disponibilidad para lo que Dios quiere se puede emprender un camino de búsqueda de su rostro, vivencia de Evangelio y ruta de contemplación según el genuino modo de la Mujer de Nazaret, la Madre del Señor.
Este genuino modo de contemplación fue querido por Beatriz para sus hermanas. Y así se ha mantenido durante siglos. Pero cada tiempo tiene su propio rostro y sus propios desafíos, a los que la vida consagrada en general y la monástica en particular ha de hacer frente.
Desde hace años venimos experimentando que la falta de vocaciones y un serio discernimiento de las mismas se convierten en una exigencia de primera importancia, así como aquellas comunidades donde el grupo de hermanas mayores es alto requiere mayor asistencia y vigilancia. Lo mismo decir de la importancia de la ubicación geográfica de los monasterios, de su incidencia en la Iglesias locales o de la revitalización que exige esta Forma de vida como lo está planteando hoy la generalidad de la vida consagrada. Es cierto que la crisis de hoy es grande y que las implicaciones son múltiples, pero las hermanas y los monasterios no pueden ni deben pretender detener el tiempo ni sus exigencias, pero sí deben aplicar sereno y profundo discernimiento para afrontar con realismo y eficacia los pasos inmediatos y la preparación del futuro.
Venimos experimentando también que la solidez de esta Forma de Vida da seguridad y constancia. El Señor ha sostenido a las hermanas a lo largo de los siglos y ha regalado la pervivencia de este carisma en los actuales monasterios. Pero ninguna de las estructuras actuales nos permite concluir que todo está bajo nuestro conocimiento ni control. Sabemos bien que nuestra historia y vocación está en las manos de Dios, que en Él está el origen de nuestro discernimiento y decisiones, y que, aunque sea pobremente, de nosotros depende en alguna medida la preparación del futuro.
Todos los desafíos actuales requieren generosidad y respuesta, pues cada tiempo, como cada día según el Evangelio, tiene su propio afán. Por eso, mirar a Beatriz y las distintas opciones que han realizado las hermanas a lo largo de los siglos son fuente de ánimo y de esperanza para abordar en fe este momento y hacer más vital este carisma y hacerlo extensivo a la generación del presente. Beatriz anima a la esperanza y a la fidelidad no cuando hay débiles señales de futuro. Anima aún cuando ni siquiera se vislumbren los más mínimos reflejos al final del túnel.
No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta, nos recuerda Benedicto XVI en su carta para el Año de la Fe. Como la samaritana, también nosotros podemos sentir de nuevo la necesidad de acercarnos al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente. Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos… La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado». Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación (Porta Fidei, 3).
Vivamos con intensidad el Año de la fe al modo de Beatriz: vivir de fe, vivir en fe, vivir para la fe. Y con el genuino modo que a ella le gustaba: al modo de la Virgen Madre Inmaculada. Feliz día de Santa Beatriz.
Con mi afecto para cada hermana de la Federación y mi bendición
Fr. Joaquín Domínguez Serna, OFM
Asistente
Sevilla, 6 de agosto de 2012

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